viernes, diciembre 13, 2013

Texto sobre la perseverancia

"El cansancio era notable, mayúsculo. Incluso insoportable. Pero tenía muy claro que no había llegado la hora de rendirse, el momento de decidir que ya había tenido suficiente, que había llegado a un límite o que la presa estaba rozando la máxima capacidad y las compuertas del desfallecimiento, el dique de la derrota, iban a caer irremediablemente sin voluntad alguna de oponer cualquier tipo de resistencia. No había ánimos ni energía para aceptar la posibilidad de aguantar; la futilidad del intento se veía con claridad a kilómetros de distancia.
Pero no importaba. Por banal que pudiese parecer, lo cierto era que el futuro no era tan oscuro en su mente. Algo, llamémoslo fe o ardor de estómago, martilleaba en lo más profundo de su cerebro, con brío, con persistencia, salivando... Bombeando gasolina en forma de ambición, de tenacidad.
Quizás no fuese demasiado pronto para rendirse. Y, quizás también, alguna discreta palmada en el hombro le había invitado ya a ceder. Pero aún quedaba tiempo y tenía al menos dos buenas razones para seguir: las dos agujas del reloj de su vida."

Es la primera vez en meses, a lo mejor incluso un año, que escribo. El resultado ha sido el texto que habéis podido leer arriba.

Se escribió sólo, de una sentada y sin correcciones, durante una clase de Construcción III en la que no estaba lo suficientemente dispuesto a prestar atención por diversos motivos. Sencillamente cogí la pluma y un folio de papel reciclado y vomité.

Lo cierto es que, a día de hoy, me siento literalmente como el sujeto que protagoniza el texto desde la comodidad de su anonimato. Esta semana, sin ir más lejos, he dormido unas... 14 horas. Entre el lunes y hoy. En el momento de escribir estas palabras son las 5:05 de la madrugada del viernes. Es la segunda noche esta semana que permanezco despierto. Y no es la primera vez que hago algo como esto en lo que llevo de curso universitario. La penúltima semana de noviembre dormí sólo 3 noches de las 4 que tiene la semana. Y la penúltima semana de octubre, más o menos el mismo día y a la misma hora en que escribo esto, tuve un ataque de ansiedad que me asustó como nunca me había asustado yo jamás. Sentí unos dolores punzantes en el pecho y el brazo derecho que me hicieron pensar que estaba dándome un infarto. La visita al médico que siguió unas pocas horas después tampoco fue muy alentadora: la médica me devolvió a casa con una caja de Diazepan en la mano (caja que, por cierto, no he llegado a abrir).

Y todo esto en un año turbulento. Mi sexto año en la universidad, haciendo una carrera que oficialmente dura cinco. Arquitectura Superior, aunque todos la llamamos Arquitortura. Y este no será el último año, sino el penúltimo (en el mejor de los casos). Por suerte, las cosas que me habían llevado algo torcido durante los dos últimos cursos están diluyéndose poco a poco gracias a mi determinación y a las visitas a una psicopedagoga.

No nos engañemos: este sexto curso va a ser puñetero hasta el final. Tener dos asignaturas de proyectos simultáneas, Proyectos III y Proyectos IV, es mortal. Esta semana he tenido dos sesiones de corrección de mis proyectos y, al llegar a mi casa el miércoles por la noche, me quería borrar del mapa hasta, por lo menos, dentro de dos días.

Y, como dice el texto, tengo que tener alguna estupidez grabada a fuego en la cabeza, porque no se explica de otro modo que, a pesar de toda la mierda que llevo encima, yo sólo vea abono para fertilizar los campos de mi futuro.

Soy muy raro. Cuando empecé este blog hace ya muchos años era un chiquillo bastante más normal, pero ahora...

En fin, voy a ver si hago un desayuno pre-amanecer mientras veo un capítulo de Sons of Anarchy. Que luego me espera un día muy agitado... Y el domingo a las ocho y media de la tarde quiero mandar la próxima corrección de Proyectos IV a mi profesor para estar en la lista del lunes.

Tengo que tener tiempo para todo. Para el cumpleaños de mi sobrinita pequeña, para él, para trabajar en la tienda de mi padre el sábado por la mañana, para tocar la guitarra en la parroquia por la tarde, para grabar el podcast el domingo por la mañana...

... Y así tener cinco motivos más para añadir a la lista "Cosas que me impiden tirar la toalla".

Buenas noches, ciberesfera. Un abrazo para quien no quiera llorar solo esta noche. [A ellos les recomiendo especialmente releer el texto que da inicio a esta entrada.]

4 comentarios:

Q dijo...

I love this: "lo cierto era que el futuro no era tan oscuro en su mente."

I just graduated from my undergrad in June and, well, el futuro no era tan oscuro en mi mente. Sometimes I feel that way, anyway––more often when I don't have enough work than when I have too much, oddly enough. I think for me it actually helps to keep the future in my mind bright and shiny when I can, and to take one day at a time and not think so much about the gaping chasm of possible failure.

It also helps to keep myself happy by doing the kinds of things you're doing––I'm spending time with my family, and I'm playing the piano again (which I never did in college), and watching the TV shows I like. Perhaps it also helps that I try to embody the word "tenacity."

Keep your chin up! You can make it through! And I'm excited to keep reading as you do. :)

Adri Phaustho dijo...

I really aspire to make it through: It's been extremely exhausting so far, but the results are being worth it, so... let's see what's next :)

As I said in my last post about 2 weeks ago, I was gonna try to keep this alive. I'm looking forward to keeping you updated.

See you around!

imperfecta dijo...

A mí me decían que era rara hace años, y créeme, ahora que me he vuelto más normal desearía volver a serlo. Creo que se tienen más fuerzas cuando se va contracorriente :)

Endavant!

Adri Phaustho dijo...

Estoy muy de acuerdo contigo :)

Hay veces en que la gente no las ve de tu parte y, efectivamente, cuanto más reafirmadas las ves en sus opiniones más convencido estás de que vas por buen camino.