jueves, junio 09, 2016

De cómo me atrevo, por fin, a considerarme un lector con todas las letras

Hola a todos, me he leído un libro y no me ha gustado.

Voy a dejaros un poco de margen para que os recreéis en esa frase. Acepto aplausos, especialmente si me conocéis un poco y sabéis, por lo tanto, que soy un crítico fatal a la hora de leer libros porque nunca me cruzo con títulos que sea capaz de calificar como malas lecturas.

¡No me ha gustado! De verdad. El tema era muy interesante y la persona sobre la que trata me suscita un montón de curiosidad... ¡pero el libro es una castaña! ¡Y me he dado cuenta! Es fantástico.

Os hablo de "Music: John Cage en conversación con Joan Retallack".


Portada de la edición en español que he leído. P.V.P.: 25,00€

Como ya vaticina el subtítulo en la portada, el libro se compone de una serie de transcripciones de las entrevistas mantenidas entre el compositor John Cage y la poetisa Joan Retallack pocas semanas antes del fallecimiento del primero en 1992. Las conversaciones se centran principalmente en comprender la forma de pensar de Cage respecto a temas como su concepción de la música, su impacto social, los procesos creativos que han marcado su obra tardía, sus motivaciones... Todos ellos elementos vitales para intentar aproximarse a una figura tan polémica en el contexto cultural-musical del s. XX. Al final del libro se incluyen una serie de anexos para ilustrar diversas piezas musicales y eventos referidos a lo largo de las charlas, que en general suponen un gran aporte para el texto (excepto en algunos casos bastante importantes, como comentaré más tarde).

John Cage es ese hombre al que la gente conoce —si es que lo conoce— principalmente por una obra que publicó en los años 50: 4'33'', una "pieza musical" compuesta por tres movimientos en los que se indica al intérprete que debe permanecer en silencio y no tocar su instrumento. Tomando esta reducción de toda su obra como referencia de su aportación a la música contemporánea, podemos concluir que John Cage es un dipolo en el contexto de las vanguardias: es el más atrevido de los vanguardistas y el más absurdo de los fraudes. Por suerte, y no siendo yo alguien dado a juzgar las primeras impresiones, me niego a posicionarme en cualquiera de ambos extremos. John Cage es otra cosa: un creador. Y me interesa mucho su perspectiva de lo que es la música y lo que él era capaz de leer en ese arte que yo quisiera vislumbrar.

Por eso adquirí este libro (primer error). Error por comprarlo en la edición española, de la editorial Metales Pesados. Si bien la maquetación no es mala, la obra ha sido traducida por un tal Sebastián Jatz Rawicz, alguien cuyo currículum como traductor no aparece reflejado en Internet. Y se nota que no es traductor profesional, al menos en el sentido estricto de estar especializado en una profesión. El estilo de la traducción es muy malo, nefasto incluso, llegando al extremo de generar párrafos o frases largas incómodas de leer por lo enrevesados que han quedado después de una traducción forzada, que se pierde en la literalidad de algunas frases que en inglés pueden tener sentido pero no en español. Os estoy hablando de esos momentos en los que, si sabes inglés, lees una frase rara en español y automáticamente piensas: "esto era patatín patatán y lo ha traducido palabra por palabra". Y no está bien hecho.

Los ejemplos más repetidos a lo largo del texto son las traducciones arbitrarias del verbo to be, como ser cuando debería emplear estar y viceversa; la expresión make sense (tener sentido), que traduce literalmente por "hacer sentido"; la traducción de speaker (altavoz) por "parlante", que en principio es correcto pero en España no se usa y a mí me sonaba a una traducción desinformada y literal a partir del verbo speak (hablar)... Y luego están las faltas ortográficas, también muy abundantes y molestas durante la lectura: uso en plural del verbo haber impersonal, ni una sola tilde en los pronombres interrogativos, comas separando sujeto de verbo, etc. Por último, el grupo mixto: faltas de ortografía que están relacionadas con la mala traducción, como cambiar de género un pronombre en frases consecutivas (se refiere todo el tiempo al mismo sujeto, pero le otorga una crisis de identidad profunda).

Quizás la edición original en inglés habría sido más adecuada. Por otro lado, hay algo que he notado en el libro que posiblemente se viera acentuado en la versión inglesa: el tono elitista que adereza el contenido. La gente involucrada en las conversaciones del libro es muy culta e inteligente: hablamos de compositores de música, músicos virtuosos, personas con muchas relaciones dentro del mundo de las artes y los circuitos de museos y exposiciones a nivel internacional... Y por aquí y por allá, mientras se narran anécdotas, dejan caer comentarios condescendientes o completamente alienados del mundo.

Son frecuentes las alusiones a público desconcertado con la obra de Cage en representaciones en directo (que no estaban atentos, o tosían mucho y mostraban desinterés por lo que estaban presenciando). Como queja es comprensible: a mí tampoco me gusta que la gente haga ruidos molestos en un concierto o en el cine. Sin embargo, los comentarios se hacen con un tono de superioridad, fórmulas que me hicieron pensar automáticamente "mira, estos incultos que no entendían el privilegio que tenían, y qué bien calladito y atento que estaba yo". Además, siendo las obras de Cage piezas que se preocupan por englobar en la representación la participación del público (la tos del espectador forma parte de la representación), quejarse del comportamiento de la gente me parece hipócrita. Cage, cuando comenta los conciertos, es muy coherente: si no le gusta cómo sale una obra, suele hacer referencia a las expectativas que tenía y no a los culpables, cosas que Joan Retallack sí hace.

También tenemos esa actitud alienada respecto a la sociedad, por la cual se habla del tema del libro (la música experimental de Cage, su concepción, realización y difusión) obviando que el mundo entero no gira en torno a ello. Se omite con facilidad el mundo de la música y su público fuera de las intervenciones experimentales en museos selectos, que en ocasiones parece retratarse en las conversaciones como el único escenario válido o de interés real para la cuestión que se discute. Me parece un error, ya que la música experimental en esos circuitos es inaccesible para el grueso de la población. A mí me interesa por circunstancias personales, a las que he llegado porque mi curiosidad o mis contactos me han metido en jardines peculiares, pero casi podríamos concluir que no es material de dominio público. Y, sin embargo, se sacan conclusiones sobre su impacto en el espectro cultural como si fuera lo más común.

Y, para terminar, la guinda de lo más terrible que me ha dejado el libro: la frustración experimentada mientras leía la parte más intensa e interesante del texto. En un punto dado durante las conversaciones, John Cage trabaja en directo junto a un músico virtuoso, Michael Bach, para elaborar una de sus futuras piezas musicales (que de hecho quedó inconclusa debido a su muerte pocas semanas después). Si bien es un momento muy interesante del libro porque te transmite, palabra por palabra (traducción aparte), una muestra genuina de cómo trabajaba Cage... la falta de fotografías o anexos intercalados en esa parte de la narración dificultan seguir debidamente el contenido de la conversación, ya que no tienes una referencia inmediata a las anotaciones que Cage está haciendo y explicando simultáneamente.

Me esfuerzo lo indecible por concluir que todo es culpa de la forma del libro tal y como lo he experimentado. Probablemente en otro formato, mi relación con el texto habría sido distinta. Actualmente es un amor-odio con el que cada vez estoy más convencido de que no hay amor en realidad. Una lástima... pero también una gran satisfacción. Me gusta ver que mi criterio madura hasta el punto de abandonar mi antigua faceta de eterno conformista y transigente. Después de tantos años, me empezaba a frustrar la ya habitual expresión de "me cuesta mucho aclarar cuáles son mis libros favoritos, porque en general todo lo que leo me parece bueno". No, no es verdad que no sepa identificar un libro que me parezca malo. Es más: recientemente empecé a releer "Memorias de Idhún", de Laura Gallego García. Y tampoco me está pareciendo bueno, aunque por motivos diferentes.

Probablemente hable un poco sobre esa trilogía más adelante.

Espero que esta lectura os haya resultado interesante. Como ya comenté anteriormente, estaré encantado de responder a cualquier duda o cuestión que queráis plantearme a través de los comentarios.

Un saludo a todos.