miércoles, abril 16, 2008

"Regálame una luna"

Este texto lo publiqué originalmente el 9 de septiembre de 2006 en www.el-recreo.com, es decir, escribí esto con 15 años... Y, en mi opinión, es el mejor texto que guardo de aquella época. Sin embargo, me gustaría que los lectores diéseis vuestra opinión personal sobre él. Espero que os guste.
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-¿Por qué me pides estas cosas a mí?
-Pues porque eres la única persona en la que puedo confiar, y sé que siempre puedo decirte todo lo que pienso.
-Marta, me parece genial que pienses esas cosas tan bonitas, pero yo no puedo conseguirlo todo.

Y Marta agachaba la cabeza y, de repente, empezaba a llorar. Siempre hacía lo mismo; cuando no le gustaba lo que le decía su padre, se convertía en un surtidor de lágrimas. Su padre, al ver que se ponía a llorar, pasaba su brazo por encima de los hombros de su hija y la atraía hacia él para poder consolarla.

-Lo siento, Marta. Sabes que, si por mí fuera, lo haría, pero me va a costar mucho. Es más, creo que no se puede hacer.
-¿Cómo que no se puede? ¿Tanto te cuesta a ti coger una? Porque a mí, con cerrar un ojo, me basta.
-Pues esta noche, vuelvo y me lo muestras, ¿vale?

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A través de la rejilla de la ventana, la luna se mostraba en su totalidad, esplendorosa, en medio del mar de estrellas que cubría el cielo añil. Marta, con una sonrisa de oreja a oreja en la cara, contemplaba el cielo junto a su padre, que estaba arrodillado con ella a los pies de la ventana.

-Pues yo creo que hay, como mínimo, treinta y una lunas.
-¿Y eso? ¿Cómo lo has averiguado?- decía su padre, verdaderamente fascinado ante la genial afirmación de su hija.
-Porque, cada noche, la luna es distinta. A veces se ve como un círculo blanco, pero la mayoría de las veces parece una "c"...
-Qué chica más lista... Venga, enséñame cómo haces tú para cogerlas.
-Es fácil, cierras un ojo y pones la mano delante de tu cara como si fueras a cogerla. Entonces la luna se encoge y se te queda entre los dedos. Lo que pasa es que, cuando cierro la mano para cogerla, es como si no estuviera ahí. Inténtalo tú, a ver si a ti te sale bien.
-Bueno, puedo intentarlo.

El padre de Marta cierra un ojo y su campo de visión se reduce considerablemente. Cuando la luna está justo delante de él, forma una "c" con los dedos pulgar e índice y rodea la silueta de la luna, como si la estuviera sujetando con dos dedos.

-Ahora, aprieta, a ver si la coges- dice Marta, que lo mira emocionada.

Los dedos se tocan. El padre abre los ojos y contempla su mano abierta, vacía. Su hija lo mira con una expresión muy triste y dice:

-Tú tampoco puedes cogerla, ¿verdad?
-Bueno, podemos intentarlo otro día. A lo mejor, lo que pasa es que sólo se pueden coger las lunas de unos días; otras a lo mejor no se pueden coger, como la de hoy.
-...Papá, por favor: regálame una luna.
-Por supuesto, cariño. Mañana mismo te traeré una luna.
-Prometido, ¿vale?- dice Marta; las palabras que acaba de dedicarle su padre han bastado para hacerla sonreir de nuevo.
-Prometido.

Diez minutos después, el padre de Marta se aleja, montado en su coche monovolumen, del hospital psiquiátrico.

2 comentarios:

Jésvel dijo...

Creo que era Larra quien decía algo así como que "sólo llamamos locos a aquellos cuya locura no es acorde con la de los demás". Bueno, yo también quiero una luna...

Nurinú dijo...

Una historia preciosa y con un final perfecto, me ha gustado mucho.
Es difícil encontrar jóvenes escritores hoy día, parece que es una afición que escasea, la escritura.
Un saludo!